Cómo seres humanos tenemos la necesidad innata de alimentarnos. Pero esta necesidad puede ser cubierta con distintas alternativas, por ejemplo, solo con comer una fruta podríamos saciar el hambre. Pero en nuestra realidad, encontramos distintas alternativas para dar respuesta a esta necesidad.
Hoy tenemos la suerte de poder acceder a varias ofertas de comida, las cuales tienen distintos grados de complejidad en su preparación. Alimentos que nos permiten solucionar, no solamente la necesidad básica sustento. Sino también solucionan problemas que nace de nuestra interacción social, como la de controlar el hambre en una reunión de amigos, con poco esfuerzo. Ordenando una pizza por internet.
En este entorno de diversión, en medio de una fiesta, poder obtener una pizza solamente llamando o por una aplicación de nuestro teléfono móvil, nos genera una solución que apreciamos o valoramos.
Esto nos permite continuar divirtiéndonos con nuestros amigos, sin preocuparnos, de obtener los ingredientes para hacer la pizza, prepararlos, luego hacer la masa, armar la pizza y hornearla. Por último, esperar que esté lista y siempre pendientes que no se queme.
Esta solución conlleva un valor, que se interpreta en el mercado a través de la información entregada. Donde la más común y fácil de entender es el precio.
Este precio, en una moneda conocida permite jerarquizar el valor de la solución y compáralo con otras soluciones. En base a esta relación conocida, esperamos que visitar un restaurante de comida rápida va a tener menor precio que un restaurante de lujo.
Y por lógica vamos a valorar mejor la experiencia en un restaurante de lujo si deseamos celebrar una fecha importante con una cena.
Cuando pensamos en un negocio, la solución entregada debe cumplir con este principio, si se desea obtener una retribución económica.
Es decir, nuestra solución debe ser valorada en dinero.
A esto se le denomina propuesta de valor, donde en un modelo simple, se le identifica como la solución al problema. Si tenemos un dolor de cabeza, podemos solucionarlo con un analgésico, y sabemos que se puede comprar en la farmacia por un precio conocido.
La solución se puede traducir a un precio, y si nos sentimos mejor. Vamos a pagar por nuestro bienestar.
En modelos más complejos, se debe presentar la propuesta de valor. Permitiendo experimentar el impacto que se obtiene.
Si nos remontamos a 10 años atrás, el uso de internet en el teléfono móvil no se había masificado. En esa época se hablaba de la portabilidad de internet y se generaban pronósticos de su utilización, en la interacción diaria. Uno tenía que imaginar el estar hablando de un tema y poder mostrar la información publicada en internet, era poder contar con una base de conocimientos a disposición.
En ese momento la oferta de valor no se conocía, y los nuevos usos de esta herramienta. Lo que generaba un reto al querer valorar este servicio, de contar con internet siempre.
Hoy es algo normal, y no es raro sacar una foto enviarla a un conocido. Preguntarle la opinión de lo que se está viendo y terminar comprando en un sito en línea de China el producto visto.
Una propuesta de valor, puede variar según las condiciones existentes. Y ser la respuesta de un proceso de innovación, una experiencia o la solución a un problema.