Según nuestras experiencias y creencias, tendemos a explicarnos las situaciones que vivimos. Según esto vamos imaginando nuestro futuro, donde se mezclan las expectativas, sueños, con ideas de destino.
Podemos hablar de suerte o la falta de esta, y más de alguna vez se juega con la suerte al hacer apuestas.
Según con la experiencia de los años, podemos pensar y recordar que hay decisiones que tienen efectos paralelos. Las que también se ven afectadas por la realidad del momento. Si pensamos en nuestra vida escolar, es muy probable que los colegios fueron elegidos por nuestros padres y con criterios como la cercanía a nuestro domicilio. Pero esa decisión, trae un paquete, con amistades, experiencias buenas y malas, según la calidad de la formación, pueden nacer vocaciones y los primeros cimientos del resto de nuestra vida.
Al avanzar en los años, se puede decidir si se quiere estudiar o trabajar inmediatamente, donde ya no solo es preponderante nuestros gustos, ya que hay limitantes económicas, si existe en la oferta de educación lo que se quiere, si nuestra situación de vida lo permite, etc. Esto nos lleva a pensar que no siempre existe total libertad en la toma de las decisiones. Donde al final se toma la mejor decisión que se pueda.
Esto va generando la idea de poco control en las cosas o de un destino predefinido.
Cuando entramos a trabajar, estamos marcados al ritmo de la empresa. La que ocupa gran parte del tiempo, donde en mayor o menor medida vamos tomando decisiones asociadas a nuestras vidas según el calendario de la empresa.
De una u otra forma tratamos de ir mejorando nuestras condiciones, en base a esta realidad. Y vamos experimentando momentos de bienestar, y en algunos casos felicidad.
Una de las formas de entender este bienestar en un principio, fue relacionarlo con la satisfacción de las necesidades. Donde a mayor número de necesidades cubiertas más bienestar se obtenía.
Según este modelo, ahora el problema era jerarquizar las necesidades. Pero como dicta un principio económico, las necesidades son infinitas y los recursos limitados. Se pone mayor interés en las necesidades que condicionan la subsistencia.
Abraham Maslow, uno de los representantes de la psicología humanista, centro sus estudios en la jerarquía de las necesidades y la autorrealización. Esto se puede ver en la famosa pirámide de maslow, donde en la base están las necesidades fisiológicas y hasta la cima las necesidades de Autorrealización. Para ponernos en contexto, estas bases están entre 1950 y 1960.
Esta pirámide es útil para analizar las jerarquías o como alguien va a valorar el uso de sus recursos para cubrir una necesidad. Pero con nuestra realidad actual no es tan simple. Ya que una serie de necesidades se dan por cubiertas.
Si pensamos en utilizarla para nuestra vida, no es mucho lo que se pueda concluir. Pero su trabajo ayudo a pensar en la psicología como una herramienta de desarrollo personal y a cuestionar, como se puede intervenir el entorno para poder generar una autorrealización.
Martin Seligman, psicólogo estadounidense, es conocido en este último tiempo por su trabajo en la psicología positiva.
En el año 2002, escribe su libro la Felicidad Autentica. En su teoría plantea que, para el logro de la felicidad, se debe sustentar en 3 pilares, tener una vida placentera, una vida comprometida y una vida con significado.
Al basarnos en estas ideas, hacemos nuestro el principio de que la felicidad es el resultado de contar con un buen desarrollo de estos pilares.
Por ejemplo, el primer pilar una vida placentera, considera la búsqueda de sentimientos provenientes de emociones positivas como la alegría, las que son momentáneos, pero en la suma de varios momentos positivos, van generando un estado estable de buen ánimo. En base a lo anterior, también es necesario evitar las situaciones negativas, dentro de lo posible, pero tratando de controlar nuestro entorno para no tener que ser afectados por el. La característica principal del placer es su gratificación inmediata.
El segundo pilar, es de una vida comprometida. Aquí lo que se busca es tener un compromiso, pero con nosotros mismos, buscando una orientación en base a lo que queremos hacer con nuestra vida.
Es común escuchar frases como que casi nadie trabaja en lo que estudio, pero aquí lo ideal es buscar un rumbo a lo que se aprendió por sus gustos o vacación. Con el objeto de vivir una experiencia de vida interesante que nos motive.
Esto puede ser complejo, pero si piensa con amplitud de mirada, se puede transformar un hobby en un futuro negocio.
Por último, el tercer pilar es una vida con significado, donde se incluye un sentimiento de trascendencia. Una marca positiva de nuestro paso por el mundo, en base a un bien superior. Algo que nos motive a continuar con nuestra vida, ya que estamos haciendo algo que beneficia al resto.
Podemos imaginar una escuela nocturna, que obtiene sus ingresos por el estado. Donde se enseñe a leer, a adultos que se han mantenido como analfabetos. Abriéndoles un mundo nuevo al poder leer. En esta escuela los instructores van a ganar un sueldo, pero además tienen la gratificación de haber mejorado la vida de alguien.
En general, todos buscamos la felicidad. Y según nuestros sueños vamos construyendo como se compondría esta realidad. Formando nuestro objetivo de vida.
Como comentamos anteriormente, cuando estamos sujetos a la realidad de una empresa. Tenemos que condicionar muchas decisiones. Podemos adaptarnos al espacio de acción que nos presenta.
Pero cuando nosotros somos los dueños, en un emprendimiento, por ejemplo. Todo es una hoja en blanco, donde podemos desarrollar nuestros pilares.